El paisaje es, cada vez más, una pieza clave del desarrollo local y un recurso económico de primer orden, y no solo para aquellos sectores que viven directamente del mismo, como el turístico o el vitivinícola. Existen iniciativas empresariales innovadoras que son capaces de generar empleo y que encuentran en el paisaje su fuente de inspiración. Por otro lado, muchas empresas deciden localizarse en un territorio determinado –y no en otro- porque su paisaje dota de contenido y significado a su producto. Estas empresas son las primeras interesadas en velar por el mantenimiento y la mejora de la calidad y singularidad del paisaje en el que se desenvuelven porque éste les otorga un valor añadido muy difícil de reemplazar. Cada vez es más evidente, por tanto, el potencial competitivo y de atracción de oportunidades de negocio y emprendimiento que tiene el paisaje, siempre que no se haya banalizado ni haya perdido su identidad. Y eso vale tanto para la economía convencional como para los sectores económicos alternativos.

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