La exposición “Dos piedras. Paisajes persistentes” se puede visitar en Tortosa
“Dos piedras. Paisajes persistentes”, que hasta el 2 de junio estaba en el Palau Robert de Barcelona, pretende mostrar la riqueza y diversidad de los paisajes estructurados por la piedra seca, poner en valor esta técnica milenaria y universal, y reivindicar su vigencia y persistencia. Ahora comienza su itinerancia en Tortosa y se podrá visitar de forma gratuita todos los días de lunes a domingo -incluidos festivos- de 9 a 14h.
La exposición es una iniciativa de la Dirección General de Difusión, en colaboración con la Dirección General de Cultura Popular y Asociacionismo Cultural. Está producida por el Observatorio del Paisaje de Cataluña por encargo de Palau Robert, y la han comisariado el director del Observatorio, Pere Sala i Martí, junto con Jordi Grau, Joan Reguant y Joan Nogué. La museografía es de Queralt Suau y el diseño gráfico, de Opisso Studio. Precisamente para adaptarla a este nuevo espacio, el Palacio Oliver de Boteller de Tortosa, se ha modificado la museografía replanteando algunos recursos expositivos del primer ámbito de la exposición, pero manteniendo su esencia.
Cataluña es una de las zonas más ricas del mundo en construcciones de piedra seca. La piedra seca no representa sólo uno de los rasgos más característicos de nuestros paisajes y un legado patrimonial extraordinario, sino que es, sobre todo, una auténtica fuente de inspiración y un contenedor excepcional de aquellos valores que tanto nos servirán para hacer frente a los desafíos del mundo actual.
El arte de la piedra seca fue inscrito en la Lista Representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad de la Unesco el 28 de noviembre de 2018. Cataluña formó parte, desde el primer momento, del equipo transnacional redactor de la candidatura; no en vano, el Mediterráneo en general y Cataluña en particular, es una de las zonas más ricas del mundo en construcciones de piedra seca. La piedra seca no representa sólo uno de los rasgos más característicos de nuestros paisajes y un legado patrimonial extraordinario, sino que es, sobre todo, una auténtica fuente de inspiración y un contenedor excepcional de aquellos valores que tanto nos servirán para hacer frente a los desafíos del mundo actual.
La exposición está organizada en tres ámbitos:
Los paisajes
Cataluña es un país de paisajes. Uno de los rasgos más significativos es su extraordinaria diversidad de paisajes. Una orografía traviesa, un sinfín de microclimas y una intervención humana milenaria sobre el medio físico hacen de Cataluña uno de los países más diversos de Europa, y esto se pone de manifiesto con los 134 paisajes que lo forman, tal y como se desprende de los catálogos de paisajes elaborados por el Observatorio del Paisaje de Cataluña. Los paisajes Altiplano de la Terra Alta, Plana del Baix Ebre - Montsià, Plana del Alt Camp, Cap de Creus y Sant Llorenç del Munt y el Obac - El Cairat son una pequeña muestra. En todos ellos, la piedra seca tiene una presencia notable, a menudo abrumadora, como sucede en la práctica totalidad del resto de paisajes. Tenemos un montón de paisajes hechos de piedra seca, donde una fascinante riqueza de arquitecturas (muros, barracas, cabañas, entre tantas otras construcciones) moldea y condiciona esta diversidad paisajística. Y, si salimos del Cataluña y nos adentramos en el resto de los territorios de habla catalana, de nuevo nos encontraremos con muchos otros paisajes llenos de piedra seca. Esto es así porque, a la postre, todo el Mediterráneo está lleno... y en última instancia buena parte del planeta: de ahí el valor universal de un sistema constructivo que ha dotado infinidad de paisajes de valores productivos, históricos, ecológicos, simbólicos y estéticos; en definitiva, de valores materiales e inmateriales.
Las piedras
La piedra seca es una técnica milenaria y universal de emparejar piedras de forma cuidadosa y artesanal, sin ningún material de unión, que permite levantar estructuras diversas. Miles y miles de construcciones, de tipología, dimensiones y usos muy variados, añaden la mayor parte de los paisajes rurales catalanes. Si bien algunas de estas construcciones fueron construidas por manos expertas, la mayoría lo fueron por las de los propios habitantes del mundo rural, empezando siempre por la pared, elemento básico que modula todo el paisaje y base para construir estructuras más complejas. Con un esfuerzo inconmensurable, un conocimiento exhaustivo de cada lugar y una constancia pétrea, terrenos inicialmente pedregosos y baldíos se han convertido en campos de cultivo, prados y pastos. La piedra seca es, sobre todo, un auténtico pozo de inspiración y un testimonio excepcional de los valores que nos servirán tanto para hacer frente a los desafíos del mundo actual: reciclaje, reutilización, resiliencia, proximidad, humildad, cooperación, ahorro... y tantos y tantos otros de los cuales vamos más bien escasos. Quizá por eso es tan esperanzador constatar el creciente interés de la sociedad hacia esta técnica milenaria y los paisajes que se derivan. No es sólo el hecho de que la UNESCO la haya declarado Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, cosa ya de por sí lo suficientemente relevante, sino que a diestro y siniestro nacen iniciativas ciudadanas, académicas y científicas que reclaman su recuperación y reconocimiento, así como nuevos ámbitos de formación profesional, como las escuelas de bancaleros.
Las voces
Muchos de los paisajes de la piedra seca se encuentran en las áreas rurales más marginales, aquellas que primero sufrieron las consecuencias del despoblamiento masivo de las décadas de 1960 y 1970. Este hecho implicó el abandono de la actividad agraria, el envejecimiento de la población, la carencia de relieve generacional y el incremento exponencial de la masa forestal, con el correspondiente riesgo de incendios y la pérdida de patrimonio material e inmaterial. Son paisajes de piedra seca frágiles, porque también lo es el mundo rural al que pertenecen. La pérdida del rico mosaico agroforestal tan típico de Cataluña a raíz de la reducción a la mínima expresión de la agricultura familiar tradicional ha relegado a un papel aún más residual las estructuras en piedra seca que soportaban y daban forma a estos paisajes. Sin embargo, están apareciendo muchas iniciativas de forestación y revitalización del mundo rural que, de paso, también favorecen la recuperación de unos paisajes de la piedra seca que habían llegado a un paso de la extinción y de unos conocimientos que, precisamente ahora, en el contexto en el que vivimos, pueden ser de una valía extraordinaria. Siete miradas y experiencias diversas nos ayudan a entender estos nuevos valores y perspectivas para los paisajes de la piedra seca, que no sólo se revitalizan, sino que se reinventan a partir de su incorporación a la obra nueva, mostrando así que esta técnica ancestral es vigente y útil.