Dossier
Paisatges de la pedra seca
Catalunya
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Piedra seca

14/08/2019
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Oriol Pi de Cabanyes ,
La Vanguàrdia

De algunos años para acá se está produciendo un fenómeno curiosísimo: hay un interés creciente por los trabajos de piedra seca (sin la ayuda de ningún tipo de material cimentador). Márgenes y otras construcciones de piedra seca caracterizan nuestro paisaje mediterráneo desde hace siglos, si no milenios. Y ahora vuelven a despertar resonancias míticas muy arraigadas en la memoria de la ­especie.

En Catalunya, esto ya viene de los templarios, que cultivaban la vid en las pendientes costeras entre el Empordà y el Rosselló o en zonas de repoblación medieval como, en la Conca de Barberà, el Pla de Santa Maria. Pero el gran momento de la piedra seca es el siglo XVII, cuando la gran transformación agraria del país ganó al bosque mucha tierra cultivable.

De aquí viene lo de “Los catalanes, de las piedras sacan panes”. Se roturaba la costra rocosa de un territorio hasta entonces improductivo y las piedras que se extraían eran utilizadas para hacer márgenes que delimitaban caminos y aseguraban bancales de viña. Y también para hacer barracas para guardar las herramientas o protegerse en caso de mal tiempo en zonas de cultivo que ahora quedaban más alejadas.

Construidas con losas de pizarra –donde las hay– o con piedras más o menos escuadradas extraídas de un territorio reconquistado al bosque, las cabañas de piedra seca son en general cónicas, similares a los iglús de los esquimales o a las colmenas de las abejas. Redondeadas de cúpula, eran a menudo coronadas con un cepellón sembrado de lirios (los rizomas, enroscándose, reforzaban la textura y solidez del techo).

En nuestro Garraf, tan pedregoso, las llamamos mulasses. El nombre parece que venga de mula, pero en realidad viene de mola. Habiendo intervenido en ese proceso transformador del campo catalán muchos gascones (hubo una fuerte ola inmigratoria entre el quinientos y el seiscientos), la palabra molassa parece venir de occitano moulasso, que es el nombre de la piedra blanda que ya usaban aquellos constructores en su país de origen.

La molassa es, pues, la arenisca blanda que en Mallorca se ha utilizado mucho. Es bueno recordar aquí el estudio pionero de Miquel Forteza, ingeniero de caminos, canales y puertos y escritor vinculado a la Escola Mallorquina: Muros y cabañas: la mampostería en seco de Baleares (1955). Pero la bibliografía sobre el tema es ya extensa. Para saber más, la web de la muy activa asociación que preside Martí-Rom: https://pedrasecaarquitecturatradicional.cat.

Es admirable la labor de los cada vez más numerosos grupos que se dedican a la reconstrucción y salvaguarda de estos monumentos. Ahora mismo hay una docena de itinerarios marcados donde se pueden seguir. El fenómeno recuperador tomó impulso en el 2016 cuando cinco barracas de Mont-roig del Camp fueron declaradas por la Generalitat bienes culturales a proteger. Hace unos meses la Unesco ha declarado el arte de la piedra seca patrimonio cultural inmaterial de la humanidad.