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Un jardín en la paleta

05/01/2011
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Eduardo Laporte,
Ideal

El museo Thyssen-Bornemisza dedica su exposición de invierno a la visión de los pintores impresionistas y naturalistas de un espacio en auge durante el XIX: los parques y jardines

"Il y avait un jardin qu'on appelait la terre..." Esta idea del jardín como un terreno sin límites, que ocupa la Tierra entera, la recogió Georges Moustaki en una de sus canciones, pero parece estar presente en la mente de muchos de los pintores presentes en esta exposición. Bajo el título 'Jardines impresionistas', artistas consagrados como Monet, Van Gogh, Corot, Pissarro o Morisot muestran su visión de esos espacios verdes como un nuevo horizonte de libertad. Es la época en que comienza a aflorar una burguesía más o menos ociosa que dispone de tiempo para pasear y dispersarse al aire libre.

A finales del siglo XIX, los pintores franceses instalan su 'atelier' al aire libre y parques y jardines pasan a convertirse en localización preferente de muchos de los cuadros de los impresionistas, como demuestra el famoso 'Almuerzo en la hierba', de Édouard Manet. El lienzo no se puede contemplar en el Thyssen, ya que el museo de Orsay, en París, no lo presta, pero sí están al alcance del visitante obras como 'El estanque de Jan de Bouffan', de Cézanne, en el que, de un modo poco habitual en él, incluye flores. Es un paisaje verde, sin acotar, que el autor pintó en la época en que frecuentaba al socialista utópico Pierre-Joseph Proudhon, que soñaba con convertir Francia en un vasto jardín. Ideales cuyos trazos se pueden encontrar en algunas de las obras de Cézanne expuestas en el Thyssen y que, como en la canción de Moustaki, elevan el jardín a algo más que un recinto para la dispersión.

Pero hay más concepciones sobre este elemento pictórico, que la exposición trata de mostrar en distintas salas, y que giran en torno al jardín como espacio público o privado, como escenario decorativo o como recurso productivo, fructífero en cerca de 140 obras que se podrán admirar en el museo Thyssen y en la Fundación Caja Madrid hasta el 13 de febrero. Guillermo Solana, director artístico de la pinacoteca y uno de los comisarios de la exposición, indica que esta selección de cuadros con una temática única, el jardín, no se había llevado a cabo nunca de un modo monográfico, pese a ser uno de los temas favoritos de los impresionistas.

PÚBLICO...

La distinción de estos espacios verdes como lugar de intimidad o, por el contrario, de dispersión e incluso plataforma de un sano exhibicionismo público, está presente en la exposición. "Los parques, sobre todo los de París, eran una especie de escaparate de la sociedad de la época, en que se daban cita todas las clases, todas las profesiones", comenta Solana, que pone como ejemplo las representaciones de esas mujeres vestidas por entero de blanco, muy de finales del XIX y que vemos en muchos cuadros de Sorolla. Lienzos como 'La torre china en el jardín de inglés de Múnich', de Fritz Schider, muestran esa función del parque como aglutinador social. En este caso, además, con unas tonalidades de un verde intenso cercano al kiwi que llaman la atención.

El pintor impresionista es un artista preocupado por reflejar, además de la celebración de la luz y el aire libre, los paisajes modernos. En 'Vista de París desde el Trocadero', de Morisot, aparecen dos figuras femeninas y un niño, paseando por esos escenarios insólitos para la época, como lo fue la explanada que se construyó para albergar la Exposición Universal de 1867. Son cuadros que muestran en todo su esplendor la conquista del color y la luz a través de la técnica nueva del impresionismo, por los que se cuelan retazos de la historia. En 'El parque del castillo de Saint-Cloud', de Daubigny, de una factura más clásica, se aprecia la 'grandeur' de cierto tipo de jardines públicos que se levantaron durante el mandato de soberanos como Napoleón III. El propio emperador francés encargó a Daubigny la pintura que se puede ver en el Thyssen, con el deseo de que se mostrara el esplendor y el lujo monumental. Pero el pintor, de ideología republicana, prefirió centrarse en las escenas cotidianas y mostrar a la gente que disfrutaba de una tarde en un parque parisino, despreocupada, dando entrada también a la sensibilidad impresionista en su lienzo.

El ciudadano, la clase burguesa, añade Solana, tiene "sed de naturaleza", y encuentra en esos lugares un respiro a una existencia cada vez más urbana, un tanto opresora. La obra de John Singer Sargent, 'Puesta de sol en los Jardines de Luxemburgo', de 1879, muestra el animado ambiente de un anochecer en un parque público parisino. La luz plateada y la ligera pero estudiada sobriedad de la composición merece un momento de atención, por cuanto de moderno hay el cuadro.

... Y PRIVADO

Esta dimensión pública del jardín se complementa con la del jardín privado, del que hay varias muestras a lo largo de esta exposición, elaborada de modo conjunto con la National Gallery de Edimburgo, y que ha contado con el asesoramiento de Clare Willsdon, autora del libro 'In the Gardens of Impressionism'. En ese estudio, como señala Solana, se analiza la renovación de la horticultura en Europa y su impacto en la pintura del XIX. Llegan nuevos tipos de plantas y flores, de Asia, de América y hay un cierto furor por apropiarse de esas nuevas especies. Ahí está el ejemplo, como recuerda el comisario, de Claude Monet, que decía que su jardín de Giverny, cultivado durante años, era su mejor obra de arte. La exposición ha reunido varios cuadros del autor de 'La catedral de Ruán', aunque no sus famosas series de nenúfares, que ya se pudieron contemplar en una muestra anterior.

Los cuadros seleccionados para 'Jardines impresionistas' muestran la intimidad de esos pequeños parques unifamiliares, y la incorporación de nuevas especies, colocadas a menudo con gran vistosidad. Una atmósfera envuelve esos recintos para elevarlos a una categoría menos, nunca mejor dicho, terrenal. Lo expresa con nitidez el pintor Corot, integrante, junto a Daubigny, de la Escuela de Barbizon: "Al contemplar ciertas escenas o paisajes nos envuelve cierta gracia elegante. No desechemos nunca lo que nos ha emocionado". En su lienzo 'El Parque de los Leones en Port-Marly', se aprecia ese afán por mostrar, como ambiciona la poesía, lo invisible, todo lo que no está en el cuadro. Elementos sencillos, un alto y blanco abedul, un follaje verde cuya pincelada ya coquetea con la ágil técnica del impresionismo y unas figuras, los hijos del médico que acogía a Corot, montados en un burro. Un tipo de estampa plácida y amable con la que el impresionismo abriría una nueva etapa en la historia del arte.

PRODUCTIVOS

Decía Josep Pla, observador 'profesional' de los campos, sobre todo de Cataluña, que los paisajes que más le seducían eran los "reditivos", es decir, aquellos terrenos con cultivos, las tierras productivas. Si el autor de obras como 'Viaje en autobús' se diera una vuelta por la exposición del Thyssen, se detendría, sobre todo, ante los cuadros de Pissarro, uno de los artistas que más se entregó a la concepción del jardín como pequeña industria agrícola. "Pissarro, Sisley y sus discípulos se dedicaron mucho a los huertos, que tienen un tipo de belleza más prosaica", apunta Guillermo Solana. Las dos últimos salas del museo se centran en los cuadros del citado Pissarro, considerado el decano de los impresionistas, pintor que sentía especial interés por las estampas con figuras trabajando.

Títulos como 'Campo de coles' muestra esa faceta de Pissarro, amante de las escenas rurales, aunque también hay espacio para otras visiones. Como la de Pierre Bonard, del que se cuelga un cuadro de gran formato, 'El gran jardín', de reminiscencias proustianas, si se permite el trasvase entre arte y literatura. Gallinas, árboles frutales, niños jugando, mujeres trabajando entran en escena en una obra generada por los recuerdos de la infancia, que el propio autor aclara en una cita: "El artista tiene que mirar tanto a su alrededor como en su interior".

La temática de jardines productivos se enfrenta, o complementa, con la de los jardines decorativos, en un juego de oposición que también incluye lo urbano y lo rural. Las flores cobran, en esa sección dedicada a lo decorativo, todo su protagonismo, con dalias, malvarrosas, margaritas o capuchinas mostrando todos sus encantos. Unos motivos que podrían parecer en exceso ingenuos si no se tiene en cuenta una idea del autor Émile Zola, expresada en 1868: "El objetivo del arte moderno es captar un rincón de la creación, visto a través del temperamento del hombre".