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En 2006, Joan Nogué, entonces director del Observatorio, me invitó a escribir un texto como «Observador» en el primer número de Paisaj-e. Como funcionario del Consejo de Europa, tuve el privilegio de coordinar la redacción del Convenio Europeo del Paisaje, incluidas las negociaciones intergubernamentales para la adopción y apertura para la firma que tuvieron lugar en Florencia el 20 de octubre de 2000. En 2006 dediqué tiempo y energía a desarrollar una red de cooperación que pudiera facilitar la aplicación del Convenio, tanto en el ámbito académico como en colaboración con las autoridades locales y regionales.
Esa era mi perspectiva en ese momento. Hoy, en el 2024, casi veinte años después, ha sido el nuevo director del Observatorio, Pere Sala i Martí, quien me ha invitado a escribir un texto como «Observador» en Paisaj-e, en calidad de secretario del Convenio del Paisaje del Consejo de Europa, que es la denominación que ha adoptado el tratado a partir del 1 de julio de 2021.
Desde 2006, además del nombre del Convenio, han cambiado muchas cosas. Es evidente que los problemas medioambientales que afectan a la vida en el planeta se han agravado. Los nuevos retos han tomado forma y sustancia: entre ellos, la gestión del cambio climático, la transición energética, la recuperación de las economías locales después de una pandemia en una globalización que muestra todos sus límites.
Creo que algo no ha cambiado: la calidad del paisaje representa todavía y siempre un interés común capaz de motivar una fuerte demanda social y la voluntad política necesaria para desarrollar una acción pública innovadora e inclusiva para la buena gobernanza del territorio y la protección del medio ambiente -a escala local, regional, nacional e internacional- por el bien de nuestra calidad de vida.
En este sentido, el compromiso de los estados con la calidad del paisaje, extendido en todo el territorio nacional, tal y como establece el Convenio, representa una contribución a los grandes retos a los que nos enfrentamos. En este camino, el Convenio, con su marco normativo pormenorizado, es una guía y una herramienta siempre vigentes. Para hacer frente a los cambios de época a los que asistimos, tras un período de suspensión a raíz de la jubilación de la anterior secretaria del Convenio, los Estados Partes podrán ahora reanudar y reforzar su cooperación en el seno del Consejo de Europa . Esto permitirá al Convenio alcanzar todo su potencial en un momento crítico para nuestro planeta.
En este cambio de ritmo, los Estados Partes contarán con el apoyo -además de una Secretaría reforzada y renovada- de la decisión adoptada por los jefes de estado y de gobierno del Consejo de Europa de considerar el medio ambiente una prioridad visible de la Organización (véase la Declaración final de la Cumbre de Reikiavik, apéndice V, 16 y 17 de mayo de 2023).
En ese contexto, el Convenio fue reconocido explícitamente como uno de los instrumentos emblemáticos del Consejo de Europa, capaz de contribuir a reforzar el vínculo entre los derechos humanos y el medio ambiente, y contrarrestar la triple crisis planetaria de contaminación, cambio climático y pérdida de biodiversidad.
La Conferencia de los Estados Partes del Convenio tendrá lugar en Estrasburgo los días 29 y 30 de octubre de 2024. En esta ocasión, se convocará a los representantes de los Estados interesados para debatir el relanzamiento del Convenio y decidir el programa de trabajo para los próximos años.
Este debate tendrá lugar teniendo en cuenta que el 20 de octubre de 2025 el Convenio de Florencia cumplirá un cuarto de siglo: una oportunidad para hacer balance de más de veinte años de aplicación y para debatir cómo el Convenio puede seguir siendo un instrumento privilegiado en la regulación pública de la relación entre el medio ambiente y el ser humano.
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