En la lengua italiana la expresión "mettere in gioco", además de una invitación a activar la dimensión lúdica, se utiliza con el significado de "poner en práctica, hacer actuar", y también puede significar "asumir un riesgo" o “cuestionar". Una riqueza semántica que resulta especialmente prometedora cuando se considera desde una perspectiva de planificación, de experimentación con herramientas y procesos para la transformación y reinvención -in visu o in situ- de los paisajes cotidianos.
Mencionados expresamente en el Preámbulo y en el art. 2 del Capítulo I del Convenio Europeo del Paisaje, los paisajes cotidianos se refieren a una controvertida dimensión interpretativa y operativa.
Cotidiano" significa "de todos los días, que se hace o se produce o se repite todos los días"; en sentido figurado, también significa "habitual, usual" y, por tanto, "normal, ordinario". Con licencia poética, también se puede adoptar un significado ampliado y especialmente profundo de "necesario para vivir". Se supone, pues, que los paisajes de la vida cotidiana aluden a lugares donde, individualmente y como parte de una comunidad, se vive, se trabaja o se transita habitualmente. Se refieren a espacios vitales heterogéneos conformados por los hábitos, miradas y prácticas cotidianas de los habitantes. Pertenecen sobre todo a una dimensión táctil y sensible, hecha de ritmos habituales, coreografías espontáneas o codificadas, experiencias cuerpo a cuerpo con los lugares. Experiencias que, sin embargo, pueden transcurrir en el mismo lapso de tiempo, tanto en lugares patrimoniales de valor excepcional como en espacios ordinarios o incluso degradados, con una identidad estética esquiva, arruinados por procesos de transformación inapropiados. En uno u otro caso, y teniendo en cuento lo vivido tras la emergencia pandémica y el redescubrimiento del papel primordial que los espacios abiertos y la naturaleza de proximidad desempeñan en favor del bienestar individual y colectivo, la gestión de los paisajes de la vida cotidiana requiere el desarrollo de filtros interpretativos actualizados y la diversificación del vocabulario de la planificación.
"El paisaje en el que vivimos nos sitúa literalmente en el mundo, porque nos convertimos en personas diferentes en función de los paisajes que tenemos a nuestro alrededor (...). Sin embargo, también es cierto lo contrario: los seres humanos creamos los paisajes en los que vivimos, a través de nuestras acciones y nuestras elecciones", dice Luca Mori, filósofo, que recuerda el valor esencial de la imaginación, afirmando: "dado que toda nueva elección implica una comparación entre lo que hay y lo que todavía no hay (o ya no habrá), la calidad de las elecciones depende de la calidad de la imaginación de quien elige".
Saber imaginar y poner en juego (como actitud que implica una tensión hacia lo inesperado, la experimentación, la interacción creativa con la realidad, con el otro y con el otro lugar) son habilidades esenciales para orientar de forma consciente y responsable las transformaciones de los paisajes de la vida cotidiana. Transformaciones que a veces pueden llevarse a cabo, aunque sea de forma temporal, para revelar capas ocultas de espacios aplastados por los hábitos o alimentar el potencial poético de realidades esquivas. Cultivar lo efímero, lo transitorio, es fundamental para la cultura del proyecto de paisaje, y para hacer más deseable la vida cotidiana: nos ayuda a entrenar nuestra mirada estética, y nos invita a formar sociedades de atletas de la imaginación.
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