Durante los siglos que precedieron la era del petróleo, la producción de energía estaba presente en todas partes: los molinos de viento salpicaban las colinas y al borde de los ríos alzaban molinos hidráulicos.
Después llegó la era del petróleo, y la producción de energía se concentró en un pequeño número de centrales de carbón, de combustible y de energía nuclear, por lo que se convirtió en invisible en todo el mundo!
Más adelante llegaron los paisajes de la era del petróleo, apretados de autopistas, de rascacielos, de ciudades que no paraban de crecer, de tierras de cultivo castigadas con productos químicos y rodeadas de campos no mecanizables y abandonados, de bosques cada vez más escasos y de zonas residenciales más y más caóticas ... y todo ello presidido por una disminución drástica de la biodiversidad y por la amenaza del cambio climático.
El Acuerdo de París, firmado hace cinco años, simbolizó el reconocimiento planetario de la necesidad de un punto de inflexión: había que ahorrar energía en la construcción de las viviendas, reducir significativamente los desplazamientos en vehículos particulares y producir electricidad a partir de fuentes renovables.
Como consecuencia directa de estas resoluciones positivas, se esperaba que las turbinas eólicas, la energía solar y las plantas de biogás aumentaran y se multiplicaran a gran escala. Ahora bien, para una población que vivía en un entorno sin ningún tipo de orden ni concierto y que se percibía como degradado o dañado debido a los problemas que se habían ido acumulando durante la era del petróleo, esto a menudo era la gota que hacía rebosar el vaso. El resurgimiento de la producción de energía en el caótico terreno del «paisaje de la era del petróleo» era insoportable.
A partir de ahora, las «luchas paisajísticas» emergen como grandes limitaciones para la necesaria transición energética.
¿Cómo podemos superar esta barrera tan comprensible? Exactamente utilizando el enfoque del paisaje en sí. Esto se puede hacer en tres pasos.
- Cualquier planta de energía renovable debe configurarse en el marco de una estrategia energética territorial global que incluya el ahorro energético, la eficiencia energética y el mejor mix energético renovable designado a partir de los potenciales territoriales como el viento, el sol, la geotermia o el biogás. Todas esas opciones deben tratarse como un todo y no como procesos técnicos separados. El enfoque del paisaje significa el vínculo entre asuntos aparentemente disociados...
2- Esta estrategia territorial global debe establecerse a través de un proceso participativo de actores o habitantes locales. De este modo, la estrategia se fundamentará en el conocimiento preciso de la historia y geografía del territorio por parte de sus propios actores. También generará una movilización activa para el éxito de los objetivos energéticos o climáticos decididos colectivamente. El enfoque del paisaje es participativo por naturaleza.
3- Dentro de esta estrategia, la ubicación de los elementos de la combinación energética en sí debe determinarse a partir del análisis de las estructuras del paisaje existente, incluidas las características geográficas clave y las lógicas de asentamientos humanos anteriores. Ni las turbinas eólicas (altas y móviles) ni las plantas solares (brillantes) pueden ocultarse eficazmente a la vista. Por lo tanto, el enfoque del paisaje terrestre tendrá que organizar el diálogo de modo que esos nuevos elementos llamativos puedan ser, si no un factor estético adicional, ¡al menos una adición armoniosa al (literalmente hablando) «paisaje post-petróleo»!
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