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NOVIEMBRE-DICIEMBRE 09 |
BOLETÍN TRIMESTRAL DEL OBSERVATORIO DEL PAISAJE - 20 |
![]() El paisaje cultural y los jardines Luciano Sánchez Pérez-Moneo Secretario General de la Alianza de Paisajes Culturales Patrimonio Mundial Un paseo sosegado por los Jardines de Aranjuez resulta, además de un sano ejercicio, una oportunidad para reflexionar sobre el propio terreno acerca de diversas cuestiones que constituyen un tema importante en el discurso de científicos, expertos, profesionales y políticos sobre el binomio jardín-paisaje. Tengo el privilegio de encontrarme muy cerca de uno de los espacios singulares más significativos de Europa, los Jardines Históricos del Real Sitio de Aranjuez, un activo importante, sin duda, en la consideración por la UNESCO de la primera y hasta ahora única Declaración en España de Paisaje Cultural Patrimonio Mundial de este espacio. Y es esa oportunidad de aprovechar cualquiera de los paseos la que propicia momentos para la reflexión, verdaderamente una de las mejores funciones que, para mí, cumplen los jardines. Más allá del debate sobre los parámetros, criterios, indicadores... que aparecen con preocupación científica, profesional o política, debiéramos reflexionar más a menudo sobre esa otra parte que incide sobre la percepción social del paisaje, sobre cómo ven los propios ciudadanos su relación con el paisaje. Esta idea encuentra un paradigma en el jardín, en particular en el jardín histórico, al aparecer cuestiones que matizan y complementan la relación que se produce en un espacio donde resulta difícil diferenciar la visión del jardín de la configuración del paisaje. Son, no obstante, diferentes, si bien cuentan con un elemento común: la acción del hombre que a lo largo del tiempo ha ido dando forma al jardín, configurando el paisaje. Aparecen así elementos que minimizan la interpretación muchas veces querida para el jardín, asimilándolo a conceptos como museo, para otorgarle funciones propias de la conservación activa, mediante consideraciones sencillas, pero que, en mi opinión, entrañan una profunda carga de valores en cuanto atañe a la percepción social del paisaje. Se trata, en efecto, de valorar aspectos tales como la esencia, imagen, estética, disfrute y conocimiento del jardín, en su visión patrimonial más cultural como paisaje. Esencia, porque entender la riqueza y diversidad botánica de los jardines supone detenerse en las ideas de la época y en cómo éstas pudieron influir en los espacios ajardinados. Hoy, esa esencia permite aproximarse a la idea de desarrollo y sostenibilidad. Imagen, como un reflejo de pensamientos predominantes de cada época. En Aranjuez, por ejemplo, pueden considerarse los jardines en su inicio como un salón más del Palacio, aunque en el exterior. Hoy, adquieren un uso social más amplio y democrático al ser un lugar común de paseo para los ciudadanos. Estética, muy asimilada al diseño, pero con una especificidad importante: también se tienen en cuenta los aspectos productivos, lo cual le otorga un carácter paisajístico funcionalmente importante. Disfrute, porque el colorido, los aromas, los sonidos...la percepción, en suma, es uno de los más atractivos paisajes con los que contamos en un jardín. Conocimiento, los jardines históricos son un laboratorio en continua evolución investigadora. En sus inicios, el árbol fue a menudo una pieza de importación, no sólo para enriquecer la visión, sino también para el estudio de adaptación climatológica y edafológica. Hoy se complementa esa función con la mejora de los sistemas de riego y uso racional del agua. Estas consideraciones, sin embargo, carecen de relevancia, si no se produce al mismo tiempo un reconocimiento por parte de los ciudadanos respecto a los valores culturales y naturales asociados al paisaje, lo cual requiere esa función educativa que es necesario impulsar desde organismos que trabajan con los paisajes. Es, en cierta medida, lo que otorga validez, en particular, a la promoción y difusión de un territorio en base a sus propios valores paisajísticos. Luciano Sánchez Pérez-Moneo
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