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NOVIEMBRE-DICIEMBRE 07 |
BOLETÍN TRIMESTRAL DEL OBSERVATORIO DEL PAISAJE - 8 |
![]() El paisaje y sus indicadores Jean-François Seguin Director de la Oficina del Paisaje del Ministerio de Ecología y Desarrollo Sostenible (Francia) Según un informe de la Agencia Europea del Medio Ambiente (2005) sobre la integración del entorno en la política agrícola de la Unión Europea, "el Convenio Europeo del Paisaje no define ningún objetivo ni contiene instrumentos bien definidos para imponer el respeto". Yo no comparto esta afirmación, ni mucho menos, pero sí que nos recuerda que hoy en día toda política debe definir sus objetivos e indicadores de su eficacia. En consecuencia, si no definimos los indicadores de nuestras políticas de paisaje, necesitaremos, sin lugar a dudas, servirnos de aquellos definidos por otros. Sin embargo, los indicadores europeos de paisaje que hay hoy en día (en especial los de la OCDE y los del IRENA) se refieren sólo al paisaje rural y se ciñen a las características biofísicas de las tierras agrícolas y a los flujos económicos relacionados con los encantos rurales. Estos dos tipos de indicadores, ante todo cuantitativos, parecen muy simplistas, sobre todo a ojos de los signatarios del Convenio Europeo del Paisaje. Es necesario idear y adoptar indicadores que respondan a nuestros anhelos en relación con el paisaje. Deben responder a las definiciones de paisaje y a los objetivos de calidad paisajística. Estos indicadores, ante todo cualitativos, deben reflejar el 'prisma del paisaje', es decir, articular en conjunto las formas del territorio, las percepciones -culturales y sociales- y las dinámicas de evolución. No es sencillo; y es que, hablando con propiedad, no hay un estado de referencia del paisaje, y las tres caras del prisma evolucionan continuamente. He aquí el primer reto: imaginar indicadores que no se basen en un 'estado cero', sino en procesos indefinidos, y que tengan más relación con la evolución que con el estado de los paisajes. El segundo reto es que, más allá de las formas y de los flujos, el bienestar individual y social y las aspiraciones de los pueblos, los indicadores deben actuar de hilo conductor de las políticas del paisaje. Es necesario que estas percepciones sociales y culturales sean la esencia de los indicadores. En Francia, estamos preparando desde el 2003 la adopción de indicadores sociales de evolución de los paisajes. Sabemos hasta qué punto es delicado este proceso, y más si queremos que sean fácilmente mesurables, económicamente asequibles y científicamente fundamentados e interpretables. El tercer reto lo encontramos en el hecho de que la evolución de los paisajes tiene lugar, en esencia, bajo la influencia de mil y una políticas no paisajísticas. Una política del paisaje está integrada -es decir, compuesta- sobre todo por principios generales, estrategias y orientaciones. No se trata, por tanto, de un plan de acción sectorial. Desde esta óptica (la del Convenio Europeo del Paisaje), una política del paisaje puede asimilarse a una exigencia de calidad aplicada a la ordenación del territorio. En este sentido, el mismo paisaje es un indicador de la calidad de vida de los europeos.
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