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SEPTIEMBRE-OCTUBRE 07

BOLETÍN TRIMESTRAL DEL OBSERVATORIO DEL PAISAJE - 7

EL OBSERVADOR

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Paisajes mediterráneos: una visión desde el sur de Italia

Daniela Colafranceschi
Arquitecta, doctora en proyectos arquitectónicos y profesora de Arquitectura del Paisaje en la Facultad de Arquitectura de la Universidad Mediterranea de Reggio Calabria (Italia)

Hace casi veinte años que enseño en la Universidad de Calabria y, desde entonces, a menudo me muevo entre dos franjas de tierra a lo largo del estrecho que une- pero también separa- esta región de Sicilia. Con una actitud de carácter más bien fenomenológico, he aprendido a leer este paisaje a través de su morfología más básica y de los referentes culturales que se han impregnado en él a lo largo de los siglos.

Por aquí han pasado fenicios, cartaginenses, griegos y romanos, bizantinos, godos, árabes y normandos y, más tarde, suabos, angevinos, catalanes y castellanos, pueblos que han conquistado estas tierras y, a la vez, han sido conquistados por ellas. Calabria y Sicilia: he aquí dos territorios llenos de diferencias, de penurias, de fuertes contrastes y de mil contradicciones. He aquí dos configuraciones territoriales constituidas por culturas y civilizaciones solapadas, diluidas, híbridas.

Los paisajes de estas tierras son enormemente dinámicos y se contraponen a otras tenazmente estáticas. Formas ásperas y quebradas, exuberantes extensiones agrícolas ricas en tonalidades y colores, tierras quemadas y áridas y, además, volcanes, acantilados, salinas; en definitiva, un extraordinario museo mediterráneo del paisaje.

A partir del siglo XVIII, el Mediterráneo se convirtió en un referente cultural para artistas e intelectuales europeos fascinados por lo exótico, lo pintoresco, lo popular y, sobre todo, por un arte que se remontaba a la antigüedad clásica. El Grand Tour, esperado epílogo de una formación intelectual que implicaba la verificación in situ de los conocimientos adquiridos en las prestigiosas escuelas europeas, traía a jóvenes aristócratas a lo largo de la áspera y estrecha cima de la península italiana hasta llegar a la isla "triangular", más allá de los itinerarios sugeridos por Baedeker. Jóvenes y futuras promesas de la literatura, como Johann Wolfgang von Goethe, Mary Shelley, Lord George Gordon Byron, Guy de Maupassant, Ezra Pound, de la música como Richard Wagner, o de la arquitectura, como Karl Friedrich Schinkel y Eugène Viollet-le-Duc, descubrieron la esencia de estas tierras a través de sus jardines, villas y construcciones vernáculas diversas que eran parada obligada, hasta el punto de reconocerles un valor autónomo como "unidad paisajística" por ella misma en la más amplia tradición italiana del arte de los jardines. Se multiplicaron las páginas, los apuntes y los dibujos inspirados más por los sentidos que por el conocimiento del lugar. Se pone en valor la estética de un paisaje atemporal "clásico" como un elemento de conexión y diálogo entre naturaleza y artificio, así como una "poética de lo sublime" que encuentra en la relación entre arquitectura noble y arquitectura espontánea todo su sentido.

Así pues, desde sus orígenes, la Italia meridional no se presenta al mundo como un espacio de la modernidad, sino más bien como un espacio de la memoria. Las ruinas clásicas, los paisajes primitivos y arcaicos, las pinturas rupestres, representan un yacimiento de cultura occidental en el que cohabitan realidad y mito. En todas las fases de esta fascinación geográfica, artistas y arquitectos entendieron aquella manera de "mirar" el pasado como una posible forma de construir el presente. Incluso el Movimiento Moderno, a pesar de la ruptura que representó, encuentra en estos paisajes mediterráneos las razones para una reformulación de la arquitectura y del urbanismo de la sociedad del siglo XX. Será, precisamente, en la capacidad evocadora de esta herencia, en la "reinterpretación" de estos paisajes, que se fundará la actitud del proyecto moderno. Los viajes a Sicilia de Gottfried Semper, Joseph Maria Olbrich, Josef Hoffmann, Adolf Loos y Le Corbusier, con sus evocativas descripciones, se proponen redescubrir y reinventar el paisaje más que, simplemente, describirlo. Su obra fue capaz de expresar y dar impulso –y continuidad- a una nueva identidad de la dimensión mediterránea del paisaje.

El mensaje que nos transmiten hoy estas geografías mediterráneas es el propio de un paisaje frágil, con escasa posibilidad de regeneración, muy vulnerable a las intervenciones urbanísticas y a las infraestructuras y con poca capacidad para curar espontáneamente las heridas que se deriven. El proyecto de este paisaje pasa por una lección de racionalidad y de diálogo inteligente con el lugar, incluso a escala de detalle. Un diálogo que debería ofrecer soluciones proyectuales a ciudades, barrios, pueblos, núcleos marineros y estaciones balnearias, centros agrícolas y rurales, todas ellas identidades reconocibles entre las cuales se interponen franjas indefinidas de territorios abandonados, de periferias autoconstruidas, extensiones urbanas abusivas y difusas. Para conseguirlo es necesario ser capaces de entender la intervención en el paisaje como una estrategia para desvelar y revelar valores especiales, algo compatible con el objetivo de exaltar y conservar su excelencia a través de la calidad de su propio proyecto.

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